Un juicio en la Inglaterra anglosajona durante los siglos V y VI que se conoce como la Britania post romana o época medieval temprana era muy peculiar. ¿Cómo averiguaban si una persona era inocente o culpable de un crimen?
Una curiosa forma de saberlo era usando la ordalía o Juicio de Dios. Los jueces no reunían evidencias, ni buscaban testigos, ni deliberaban el asunto, solo esperaban una intervención Divina y con eso quedaba establecida la inocencia o culpabilidad de la persona.
Algunas de estas ordalías fueron:
La ordalía del atado: Ataban el dedo pulgar del pie a la muñeca y luego lo lanzaban al rio. Si flotaba era culpable y si se hundía era inocente… pero probablemente moriría ahogado
La ordalía por fuego: Consistía en sujetar una barra de hierro ardiente mientras camina tres pasos, posteriormente se curaban las heridas y si en tres días se gangrenaba o no sanaba era culpable.
La ordalía por tarta: Esta consistía en comer una un pedazo de tarta, y si al consumirla se ahogaba era declarado culpable. Si no era inocente… Esta ordalía parece sencilla, pero se dice que en 1053 el conde Godwin de Wessex escogió este “juicio de Dios” y murió ahogado. Tiempo después se supo que tuvo un ataque de apoplejía.
“Los juicios de Dios” comenzaron a extenderse por toda Europa y se añadieron más tipos de ordalías que fueron utilizadas hasta finales de la Edad Media.