21 noviembre, 2024

Por Mercedes Pullman. Dibujos: Marisa Álvarez Clemente

La cultura eslava, esa bella desconocida, nos ofrece una visione diferente del mundo al que estamos acostumbrados en todos los sentidos. Y no podía ser meno con las costumbres sexuales. Es bien sabido que antes de principios del siglo XI los eslavos procesaban la fe pagana. Sus tradiciones y su moral un tanto inusual pueden sorprendernos hoy en día, pero así era como vivían y sentían. Los eslavos recibían el acto sexual como una gran alegría, un regalo de los dioses, una chispa de la vida y diversión. Es por eso que el sexo para ellos era una parte natural del Ser, y no había tabúes en este aspecto.

En aquellos tiempos lejanos, un hombre eslavo podía tener hasta cuatro esposas. Aunque poco se sabe sobre el derecho de la mujer en este contexto pero si se puede afirmar que si la esposa no recibía suficiente afecto y satisfacción podría permitirse el lujo de buscar otras relaciones más satisfactorias para ella.

El sentido de la virginidad era un concepto bastante abstracto. Las damas no aguardaban hasta el matrimonio. Cualquier mujer joven, si lo deseaba, hacía el amor para “elegir al futuro marido”. Y el método de elección creo que es predecible.

Durante mucho tiempo, los eslavos asociaron la sexualidad con las fiestas, risas, cantos y algún tipo de acompañamiento musical. En especial, dos fiestas se culminaban con la copulación entre los participantes; era la Celebración del Día de la Diosa de la primavera, el amor y el matrimonio, Lada y el Día de Iván Cupála. Estas fiestas terminaban uniendo a diferentes parejas al lado del fuego o en el agua.

A diferencia de las civilizaciones occidentales, los eslavos percibían  el sexo como la unión de los cuerpos humanos, naturaleza y el Universo entero. Por lo tanto, la técnica del contacto sexual no se basaba en la posición del cuerpo de la pareja, sino en los elementos de naturaleza que los acompañaron en este momento. Por esta razón, existen las descripciones detalladas de la época, del lugar, y todo lo que rodeaba a los amantes. El acto sexual unido con la naturaleza permitía a los eslavos sentirse parte de ella.

Una de las representaciones de Yarilo,  el Dios del Sol  esta unida a la copulación ardiente, tormentosa a la luz del sol o del fuego. Un hombre penetra a una mujer desde el lado del sol o el fuego, lo que difumina los contornos de ambos amantes, los cuales dan la sensación de que  tanto el Sol mismo como el fuego los atrapan, calentándolos y provocando un fuego de limpieza recíproco.

Tipos de coito

Plesi – coito asociado con el elemento agua. El movimiento se asemeja al agua apenas audible que salpica cerca de la orilla. El agua aquí es un miembro pleno de las relaciones sexuales. El líquido lava el cuerpo y entra en el seno de una mujer junto con el miembro viril de un hombre. Todo fluye en la naturaleza.

Kriazha – relaciones sexuales fuertes. Aquí los árboles y los arbustos están involucrados. Un hombre puede apoyarse de espaldas en un tronco del árbol atrayendo a la mujer hacia él y atravesándola como si traspasase el propio árbol. Puede apoyar a una mujer contra el tronco de un árbol y penetrarla. En este momento la mujer tiene dos amantes, el hombre y el árbol. O bien, colocándose en una rama gruesa, un hombre puede poner a una mujer en una rama bocabajo y penetrarla, viendo su espalda durante los movimientos de balanceo en los que ayuda el árbol.

Lugovini es un coito en el que participa la madre tierra, sus hierbas y flores. El hombre toma posesión no solo sobre su pareja, sino de la tierra misma, como esposa. Este es uno de los pocos recuerdos de relaciones sexuales que se conservan en la memoria de los descendientes de los eslavos. Las historias sobre este acto sexual se pueden encontrar principalmente en la literatura etnográfica en las descripciones del ritual de la «fertilización de la tierra», cuando los cultivadores de granos antes de sembrar la tierra la rociaban con su semilla, entrando al campo con camisas largas. Se creía que de esta manera «fertilizaban» a la tierra para que sea más fructífera. Las mujeres desnudas recorrían el campo en símbolo de fertilidad. Se trabajaba medio desnudos y se hacia el amor en el campo.

Durante la estación fría, el coito podía tener lugar en la casa, el baño, el granero, el pajar… Como la casa estaba habitada generalmente por los padres del marido, los niños y, a veces, los animales, los movimientos oscilatorios casi imperceptibles eran característicos de estas posiciones. Como si fuera la hierba en el fondo del río balanceando bajo la presión de las corrientes del fondo.

Arado, así se llamaba la preparación de hombre y mujer para el coito. Esto significaba que un hombre debía fundirse con una mujer sin la ayuda de sus manos, solo con el movimiento de las caderas. Si una mujer estaba preparada para tener relación sexual, humedecida y abierta, su seno no necesita abrirse con  los dedos. Si un hombre estaba listo para el coito, resistente y firme, no había necesidad de dirigir su falo hacia el seno, su carne encontraría su propio camino.

Lubzha es una de las formas de intercambio de energía entre un hombre y una mujer y de complacerse mutuamente. Es una manera de establecer una conexión con el cuerpo de una persona de confianza. No se hace a un extraño ni a un amigo ya que ésta causa un torbellino de sentimientos, incluso despierta la fuerza de la energía sexual. Es una forma de transmitir un torrente de vida dentro del cuerpo de la persona deseada. La vida fluye en nuestro cuerpo, lo atraviesa y lo limpia. Todo el cuerpo se purifica y se libera de las toxinas y de la energía negativa.

Una visión diferente de la percepción de la pasión y las relaciones.

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