En uno de mis viajes a Guadalajara tenía previsto pasar por un pueblo que se llama Civica y se definía así en el Internet:
Cívica, Ceivica o Cíbica: tres formas de llamar a un lugar que sorprende necesariamente al viajero. No se trata de un lugar común. Entre las localidades de Masegoso de Tajuña y Brihuega, en la provincia de Guadalajara, la aldea abandonada de Cívica parece un lugar sacado de una película fantástica o de un libro de Tolkien.
Por supuesto que esto despertó mi interés, y después de visitar los campos de lavanda en flor de Brihuega me dirigí ahí. Nada más salir del coche me sorprendió esta maravillosa vista.
Intenté adentrarme en las cuevas y los pasadizos de este lugar, pero todo está cerrado con un cartel indicando «el paso prohibido». Viendo que no podría hacer gran cosa, decidí rodear el lugar para averiguar si podría ver algo más.
Rodeé el lugar y empece a subir la cuesta. Resulta que no es un pueblo abandonado, ahí sigue viviendo gente.
Paseando por las calles vi sus dos fuentes que llevan agua del manantial y por eso, sus vecinos tienen suerte de no pagar el agua.
Y no pude no emocionarme con esta peculiar oficina de correos.
También, en este lugar escondido de los ojos de viajeros, tienen su particular capilla donde da misa el sacerdote Don Julián del Olmo (vecino de Yela), toda una institución en la Iglesia católica española que llegó a ser prelado personal de Juan Pablo II.
Los que me conocen, saben que yo paro para hablar hasta con las piedras para que me cuenten su historia y en este caso no ha sido diferente. Caminando, encontré a una pareja que me contaron casi toda la historia de este lugar.
Me contaron que no se sabe mucho de la historia de este lugar. Muchos de los documentos se han perdido, pero lo que saben es que solo hay algunas menciones sueltas que cuentan que aquí hubo una casa grande y una granja que fueron compradas en 1441 por los monjes jerónimos de Villaviciosa de Tajuña a su dueño, Antón Díaz, residente en Cifuentes. También, me han comentado que alguna gente dicen que su origen es celtíbero, pero que no pueden asegurarlo. Lo más interesante fue cuando me contaron que la construcción que vimos desde la carretera es una construcción reciente, aunque dé la sensación de tratarse de una aldea muy antigua. Y su responsable fue don Aurelio, un sacerdote enamorado de la belleza del entorno, que heredó los terrenos donde se encuentra este laberinto rocoso. Por su capricho construyó los pasadizos y adopto el lugar para un precioso bar que te llevaba por las balconadas, terrazas y cuevas que funcionaba muy bien.
Les pegunté a los vecinos si era verdad lo que pone un cartel extraño nada más entrar al pueblo. Me pareció impresionante que en este lugar podrían criar las víboras, Y me contestaron que fue un vecino del pueblo a quien se ocurrió la idea de poner este cartel para evitar que entren los turistas, porque al llegar, destrozan sus huertos, se llevan las verduras y hortalizas a sacos y lo llenan de basura el lugar. No respetan el entorno que tanto les cuesta crear a los vecinos porque resulta que ni son un pueblo, ni el distrito, ni siquiera una pedanía. Pertenecen al Ayuntamiento de Brihuega, pero sin ningún beneficio. Todo organizan, entre los vecinos, limpieza de calles, pavimento, las fuentes, y muchas más cosas. Están luchando por conseguir ser una pedanía, pero me dicen que les queda mucho por hacer. Lo sorprendente es que tienen la electricidad en el pueblo solo desde 40 años. En pleno siglo XX estaban sin luz.
Viendo el paisaje de este pueblo, ves como la modernidad se junta con lo antiguo. Estas casas arregladas al lado de las que están casi destruidas, despiertan una especie de ternura.
Al final de nuestra charla, me regalaron nueces, recién cogidos del árbol, calabacines y berenjenas de su huerto. Me dieron la «agua curativa» y me desearon un buen día.
Al salir del pueblo, me senté a tomar mi café que tenía en mi termo al lado de un manantial que está al bajar del pueblo y pensé: ojalá que muchos turistas no descubran este pueblo tan entrañable, y los que descubran sean respetuosos con este lugar mágico y sus vecinos.
Muy buen reportaje Mercedes, no sólo describes lo que ves, sino que narras los sentimientos y sensaciones que te produce su contemplación. Es un espacio muy diferente e insólito.
Muchas gracias, querida
Entrañable y muy interesante reportaje.
Gracias por compartirlo.
Estimada Mercedes: Creo que te gustará visitar Arjona (Jaén). Si te decides, avísame.