Hace tiempo he vivido en la región de Murcia. Y viajando a Cartagena encontraba un cartel de APARECIDA. Cada vez que pasaba por delante de este cartel me preguntaba: ¿Por qué este lugar se llama así? ¿Quién apareció ahí? En ocasiones, encontramos respuestas a nuestras preguntas muy rápido, y a veces las respuestas tardan años en aparecer. Posiblemente, las preguntas que hemos hecho hace mucho tiempo solo esperan su tiempo en ser contestadas en un momento adecuado. Cuando hacemos una pregunta o tenemos una inquietud, nuestra mente comienza a procesar la información y buscar posibles respuestas y soluciones, incluso cuando no estamos pensando conscientemente en ello. A veces, la respuesta puede estar en nuestro entorno, pero no la notamos hasta que nuestra mente subconsciente se ha enfocado en ella y la destaca para nuestra atención. Otras veces, la respuesta puede surgir de una experiencia nueva que tuvimos, lo que nos permite ver la situación desde una perspectiva diferente. Y es lo que me pasó a mí.
Leí el artículo de Santi García que él tuvo la amabilidad de publicar en nuestra web, Ofrendas y El Fuego de San Antonio, donde hablaba de una pequeña ermita situada a ocho kilómetros de Cartagena. ¿Adivináis el nombre de la localidad donde se sitúa esta ermita? ¡En Aparecida!
No cabía duda de que tenía que visitarla. En este caso, las redes sociales resultaron ser de gran ayuda. Al compartir el artículo de Santi en mi Facebook, comente que me encantaría encontrar a la persona que tiene la llave de la ermita porque en los próximos días pensaba visitar Cartagena y me encantaría visitar este enclave. Y de repente, me contestó mi amiga Sonia Andrés comunicándome que ella conoce a la persona y que estaría encantada en acompañarme en esta visita. Sonia Andrés vive en Aparecida. ¿Coincidencia? Tal vez…
El día señalado nos encontramos en lugar señalado con Santi García, Sonia Andrés, y los cuidadores de la ermita, matrimonio formado por Juan Manuel Ayuso y Juana María Sánchez. Santi nos contó que conoció este lugar sagrado por el artículo de Julio Ochoa, publicado 22 enero de 1930 en el Diario El Eco de Cartagena.
Cuenta la leyenda que un vecino de la zona, Juan Mateo López, fue asaltado por un ladrón en este cruce; preso del pánico, rezó a la Virgen que lo protegiese y que le salve la vida. De repente, el ladrón salió corriendo como si hubiera visto a un demonio y Juan Mateo vio que a su lado había un cuadro de la Virgen de Las Angustias, conocida en Cartagena como Virgen de La Caridad. Emocionado recogió el cuadro y lo entregó a la Iglesia de La Palma, para que allí lo custodiasen. Al día siguiente el cuadro había desaparecido y había vuelto a aparecer en el mismo sitio donde Juan había sido asaltado. Tras una deliberación, los sacerdotes deciden construir una pequeña ermita en el lugar de la aparición de la imagen de la Virgen. Desde el siglo XVIII este lugar siempre ha estado relacionado con apariciones marianas y sucesos extraordinarios. Juana María, que cuida el santuario, nos ha contado que cada día los devotos dejan flores en la puerta sin importar que la ermita esté cerrada.
Por fin llegaba el momento para entrar… Juan Manuel nos abrió la puerta y al cruzar el umbral supe enseguida que estoy en un lugar que se podría llamar mágico. La belleza de esta ermita radica en su simplicidad con la imagen de la Virgen de Caridad y proporciona la sensación de paz y tranquilidad. No sé si estuve más cerca de Dios, pero si puedo asegurar que me sentí más cerca de mi propia naturaleza y de mi esencia. Fue una experiencia tan intensa que tuve que quedarme quieta y en silencio para poder disfrutar de las sensaciones que me envolvían. Entendí por qué siempre dejan flores en su puerta. No fui la única que experimentó estas sensaciones.
Al salir, pregunté a Juan Manuel si la ermita no corría peligro de ser destruida por un coche al estar tan cerca de la valla de la rotonda y con una sonrisa, me contesto: está protegida…
Creo que la importancia de visitar un lugar sagrado depende en gran medida de las creencias y valores personales de cada individuo. Para muchas personas, visitar un lugar como este puede tener una gran importancia espiritual o emocional por la conexión con lo divino, para a otras una manera de aprender más sobre la historia y cultura del pueblo y sus tradiciones. Tampoco podemos excluir a la gente que busca renovación personal y a encontrar una nueva perspectiva en la vida. Existen innumerables razones que tiene la gente para visitar los lugares santos, pero sobre todo, porque estos lugares proporcionan una experiencia enriquecedora desde el punto de vista espiritual, cultural, emocional y social y es posible que encuentran algo en común – la esencia del ser humano.