El paso de Despeñaperros es una región marcada por la presencia de numerosos conjuntos de arte rupestre, distribuidos a lo largo de la fractura de la sierra. Estos forman cinco núcleos situados en las cabeceras de los ríos Guadalmena, Guadalén, Guarrizas, Despeñaperros y Rumblar. En total, se han catalogado alrededor de 50 yacimientos, con aproximadamente 115 abrigos o conjuntos, destacando especialmente el de Vacas del Retamoso-Los Órganos por la gran cantidad y diversidad de sus representaciones.
Volviendo de Andalucía, mi amigo Álvaro Anula Pulido y yo decidimos desviarnos del camino para visitar la cueva de los muñecos. El nombre popular se debe al hallazgo de aproximadamente 2.500 exvotos o figuras de bronce en la zona de Collado de los Jardines, lo que convierte a este lugar en uno de los santuarios más importantes de la cultura íbera. En varios webs también aparecían pinturas rupestres que deseábamos encontrar y maravillarnos con el arte primitivo y tan mágico.

El sendero comienza en el Centro de Interpretación del Patrimonio Histórico y Cultural, donde es posible estacionar el coche y obtener información para aprovechar al máximo la ruta, pero que este día estaba cerrado.



El recorrido se divide en dos tramos de aproximadamente 500 metros cada uno: uno asciende hasta el cerro del castillo, mientras que el otro desciende hacia la Cueva de los Muñecos.
A lo largo del camino, se puede descansar bajo la sombra del bosque mediterráneo y disfrutar de las vistas panorámicas desde los miradores.


Al final del recorrido, se llega a la Cueva de los Muñecos, «un enclave con pinturas íberas» y vestigios arqueológicos de antiguas excavaciones.
Nuestra decepción fue inevitable al descubrir que la llamada «cueva» no era realmente una cueva, sino un profundo orificio de varios metros de profundidad, inaccesible para los visitantes. Llegamos con la expectativa de explorar una gruta con restos arqueológicos y pinturas íberas, pero en su lugar, nos encontramos con una abertura imposible de recorrer. La emoción inicial se transformó en desilusión al darnos cuenta de que no podríamos adentrarnos en su historia como habíamos imaginado.




En una grieta, que más que una cueva, parece un pozo, supuestamente, los íberos arrojaban sus exvotos como ofrenda para solicitar los favores de la Madre Tierra.
El cartel informativo señala que en este abrigo solo se conserva una única pintura: la figura de un ciervo naturalista en posición de carrera, una representación que se distingue del resto de las pinturas rupestres de la zona. Resultó imposible encontrar esta pintura en un abrigo de piedra tan grande. Y mientras estábamos allí, no pude evitar preguntarme: ¿dónde están las demás pinturas? ¿Se han perdido con el tiempo o acaso permanecen ocultas a simple vista?
En el paso de Despeñaperros, la historia se esconde entre las montañas, en más de 50 yacimientos que guardan el legado de nuestros antepasados. Pero, en mi opinión, no es necesario visitar la Cueva de los Muñecos para maravillarse con el arte rupestre, porque, en realidad, no hay ni cueva que explorar ni pinturas que contemplar.
Si decides aventurarte por el sendero pedregoso y difícil, que sea por el placer de caminar entre los abrigos rocosos, de sentir la brisa que acaricia las montañas y de detenerte en los miradores para capturar la inmensidad del paisaje en una fotografía. Esta visita me dejó una sensación de decepción. Llegué con la ilusión de descubrir una cueva llena de historia, de admirar pinturas rupestres y sumergirme en el legado íbero, pero la realidad fue muy distinta. No encontré la cueva que imaginaba, ni las pinturas que esperaba ver. Solo un sendero que, aunque hermoso, no ofrecía lo que buscaba. Me fui con la impresión de que el verdadero tesoro de este lugar no es lo que creía, sino el propio paisaje y la caminata, pero aun así, volvía al coche cansada y triste. Subí al coche, suspiré y miré una última vez hacia las montañas. A pesar de todo, el paisaje seguía siendo hermoso, aunque en ese momento, ni siquiera eso lograba consolarme.
