Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha intentado descifrar el destino final del alma después de la muerte. En cada rincón del mundo, las civilizaciones han construido relatos sobre reinos oscuros, guardianes aterradores y pruebas que deben superar los espíritus antes de alcanzar su descanso (o su condena). El inframundo no es solo un lugar de sombras y sufrimiento; en muchas culturas, es un espacio de transición, de juicio o incluso de renacimiento.

Los griegos imaginaron el Hades, un dominio subterráneo donde los difuntos encontraban su destino según sus acciones en vida. Los mayas describieron Xibalbá, un aterrador laberinto de pruebas gobernado por dioses crueles. En la mitología nórdica, Helheim esperaba a aquellos que no morían en batalla, mientras que el Duat egipcio era un pasaje lleno de juicios divinos antes de alcanzar la vida eterna.

Inframundo. Joe Garth

A lo largo de este artículo, exploraremos cómo distintas culturas han representado el inframundo y qué revelan estos relatos sobre nuestra relación con la muerte y la trascendencia. Porque, al final, todos nos hemos hecho la misma pregunta: ¿qué nos espera al otro lado?

En la antigüedad, los griegos creían en la existencia de un reino subterráneo, uno de los tres mundos principales del universo, al que descendían las almas de los muertos. No importaba si una persona había sido virtuosa o pecadora en vida; su destino final era el inframundo, gobernado por Hades.

Uno de los elementos más importantes de la mitología griega en relación con el inframundo son sus ríos. De hecho, existen varios ríos en este reino oscuro, cada uno con un propósito único, aunque también hay otros lugares igualmente fascinantes dentro de este dominio de los muertos.

El lugar más reconocible del inframundo es el río Estigia, por cuyas aguas Caronte transporta a las almas de los difuntos hacia su destino final. Su corriente es lúgubre y oscura, con aguas turbias y negras que reflejan la desesperanza de quienes lo cruzan.

El Estigia suele estar desierto, salvo por la barca de Caronte, deslizándose silenciosa sobre sus aguas. Sin embargo, a veces se pueden ver almas errantes flotando y gimiendo en la corriente. Se trata de aquellos que no lograron pagar el óbolo requerido para el viaje, condenados a vagar eternamente en sus aguas sin alcanzar jamás el descanso.

La barca de Caronte. José Benlliure y Gil 1919

El río  Flegetonte. El río que fluye en el reino subterráneo. Según la leyenda, este río conduce directamente al Tártaro, donde se castiga a los pecadores, por lo que hace calor como la lava para mostrar de antemano todo lo que más tarde espera a las víctimas.

Flujo del río  Flegetonte

El río Lete. Es un río del olvido, y sus aguas beben aquellas almas que deben renacer. El agua del río debe borrar todos los recuerdos de una vida pasada para que el alma pueda comenzar una nueva. 

El río Lete en las llanuras del Elíseo, 1880, John Roddam Spencer Stanhope

El Tártaro. El Tártaro representa el inframundo en la forma a la que muchos están acostumbrados: es un lugar de castigo para los pecadores. El Tártaro es el hogar de las criaturas más terribles y aterradoras, creadas solo para causar dolor y castigo.

El Tártaro de fuego

En este lugar también habitan los Titanes, quienes fueron derrotados y arrojados al Tártaro junto a su creador, el dios Cronos. Este abismo es la región más oscura y desolada del inframundo, ubicada en sus profundidades más remotas, donde la luz apenas llega y el castigo es eterno.

Titan, habitante del Tártaro

Prados de Asfódelos. Los Prados de Asfódelos son el lugar donde residen las almas de los muertos comunes, aquellos que no fueron ni heroicos ni malvados en vida. Aquí, las almas simplemente existen en un estado de letargo, esperando su posible renacimiento. Como muchas regiones del inframundo, Asfódelos tiene un ambiente sombrío, con ríos de lava que atraviesan su paisaje. En algunas creencias, este lugar no es un prado abierto, sino un conjunto de estructuras donde las almas deambulan en una eterna monotonía.

Eneas y Sibila en el Inframundo. Jan Brueghel el Joven. 1606

Campos Elíseos. Este lugar está destinado a almas distinguidas que hicieron el bien durante su vida. El lugar es utópico, aunque se encuentra en el Inframundo.

Orfeo con un arpa tocando para Plutón y Perséfone. Jan Brueghel

Mitología escandinava

Helheim. Es uno de los nueve mundos de la mitología nórdica gobernados por la diosa Hel. Este es el mundo más oscuro y aterrador que nadie puede abandonar si un día pone un pie en sus tierras. 

Hermóðr ante Hela. Mitos del pueblo nórdico en los Eddas y en las sagas, de H. A. Guerber

El río Gjöll. Es el río rodea casi por completo Helheim y actúa como una frontera natural entre el mundo de los vivos y el reino de los muertos. Para alcanzar las puertas del inframundo, las almas deben recorrer un largo camino y cruzar un imponente puente que se extiende sobre sus aguas heladas y sombrías.

El río Gjöll

Náströnd, conocida como la «orilla de los cadáveres», es el rincón más oscuro y aterrador de Helheim. En este lugar sombrío, los pecadores más crueles y malvados sufren tormentos eternos, atrapados en un destino de agonía y desolación.

Ilustración de Náströnd (1895) por Lorenz Frølich

Helgafjell es una montaña sagrada donde residían las almas de personas comunes, ni héroes caídos en batalla, ni pecadores condenados. En este lugar, las almas llevaban una existencia pacífica, continuando con su vida habitual y manteniendo vínculos entre ellas mientras esperaban la llegada del Ragnarök. En esencia, su vida en Helgafjell no difería mucho de la que tuvieron en la Tierra.

La montaña sagrada Helgafjell

Éljudnir es la morada de Hel, la diosa del inframundo nórdico. En este oscuro y desolado palacio, Hel celebra banquetes sombríos rodeados de las almas de los muertos. La fortaleza está custodiada por ejércitos de difuntos, asegurando que ningún vivo pueda entrar en su dominio.

Éljudnir la morada de diosa Hel

El universo en la mitología escandinava es complejo y fascinante, con múltiples reinos interconectados. Helheim y sus rincones más conocidos son solo una parte de esta vasta cosmovisión. Existen mundos aún más aterradores, habitados por jotuns, monstruos de lava y entidades oscuras y siniestras. Entre ellos destacan Jotunheim, un reino helado donde moran los gigantes de escarcha, y Muspelheim, un dominio abrasador gobernado por criaturas de fuego.

Estos lugares pueden servir como una fuente de inspiración ideal para crear entornos fantásticos, ya que las criaturas que los habitan poseen características que recuerdan a seres demoníacos de las más aterradoras leyendas.

Mitología eslava

Los eslavos tienen una idea familiar de la estructura del universo: el mundo superior, el mundo de los vivos y el mundo inferior. Creían que, después de la muerte, el alma de un pecador entraba en el mundo inferior, donde residían demonios y diversos espíritus malignos. Con el tiempo, apareció el concepto de Peklo (tradición aproximada a la hoguera o lugar de fuego), que se presenta como un lugar lleno de fuego donde demonios y espíritus malignos se burlan de los pecadores tras la muerte.

Antes de que aparecieran referencias a Peklo, los eslavos creían principalmente que los pecadores iban al mundo inferior y simplemente estaban condenados a vagar eternamente entre espíritus malignos. Peklo es un lugar donde las almas son castigadas por los espíritus malignos, y muchos determinan su apariencia debido a la influencia del cristianismo.

De camino a Peklo. E. Korolkov

LAS DIOSAS Y LOS DIOSES DEL INFRAMINDO

Los dioses y diosas suelen aparecer en las leyendas como gobernantes del inframundo. Un ejemplo emblemático de ello son Hades y Perséfone, quienes gobiernan juntos el Reino de los Muertos.

El rapto de Prosperina. Peter Paul Rubens

En la mitología escandinava, existía la diosa Hel, quien gobernaba Helheim. Mientras que los dioses griegos eran representados como humanos musculosos, la visión escandinava de Hel era diametralmente opuesta. Para ellos, Hel era mitad una belleza divina y mitad un cadáver vivo con piel en descomposición.

La progenie de Loki. Emil Doepler

En la mitología eslava, también había muchos dioses, pero el inframundo estaba gobernado por Veles. Se supone que su apariencia era bastante similar a la de un anciano común y corriente, aunque en algunos relatos se le representa con cuernos de cordero o toro y extremidades extrañas.

Dios Veles. V. Korolkov

A lo largo de la historia, casi todas las civilizaciones han imaginado un inframundo, un reino donde las almas viajan después de la muerte. Aunque sus características varían, estos mundos subterráneos suelen compartir elementos comunes: pruebas para las almas, guardianes temibles y la posibilidad de castigo o redención. A pesar de sus diferencias, el concepto del inframundo ha servido para reflejar las creencias de cada cultura sobre la muerte, la moral y la trascendencia del alma. En sus profundidades encontramos no solo el temor a lo desconocido, sino también la esperanza de una existencia más allá de la vida.

Tal vez, sin importar la cultura o la creencia, todos cruzaremos algún día nuestro propio inframundo, no como un castigo, sino como un viaje hacia lo desconocido, donde el alma se enfrenta a su verdad antes de renacer en la eternidad.

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