Por mercedes Pullman
En mi último viaje, el destino me llevó a casa de Finito Reigada Zamarro y Amparo Álvarez Barros. Gente sencilla, amable y con un enorme corazón. La verdad es que les di muchos quebraderos de cabeza, pero lo han superado a la perfección.
Estuve en Pesqueira, un pequeño pueblo de Galicia durante siete días. Mis amigos prepararon una densa agenda de visitas a los lugares emblemáticos de su tierra. Prácticamente, no paramos en todo el día, pero había momentos que me ofrecieron la posibilidad de conocer a los vecinos de este gran pequeño pueblo. Yo vivo y hago las cosas a la velocidad vertiginosa y ya estoy acostumbrada a vivir así, pero en este viaje encontré a la gente que hace cosas más pausadamente, con sencillez y mucho amor. De repente entendí la gran belleza de la vida tranquila y apaciguada.
Por la tarde del primer día fuimos al «Centro Cultural» que así se llama el bar donde se encuentran los vecinos del pueblo y conocí a la gente que estaba ahí. Aunque hablaban gallego, la mayoría del tiempo intentaban hablar español, para que los entendiera, hasta que se olvidaban que estaba ahí presente considerándome una más.
Resultó que hace tiempo que no me sentía tan arropada y recibida con tanto amor sin yo hacer nada. Fue mágico.
Cuando fui a visitar la Ermita de la Asunción, situada en el Monte Costelo, fue impresionante porque se reunieron los vecinos del pueblo para hacer la recepción por todo lo alto, sin faltar la música de las gaitas gallegas. Lágrimas cayeron de mis ojos de la emoción.
Uno de los días fui a casa de Antonio Dominguez para poder a conocer su esposa Emérita Groba, una mujer encantadora. Nos ofrecieron un vino que hace Antonio. El mejor vino que he probado nunca.
Los días fueron pasando, y terminamos quedando casi todos los días con la gente para poder pasar un rato divertido. El último día, vinieron los vecinos para despedirse. Fue una despedida muy emotiva con san Roque incluido 😍.
Después de tanta emoción, el último día decidí ir a misa del domingo, quizás para poder prolongar esta sensación de felicidad de estar junto a la gente maravillosa.
¡Y qué sorpresa! El sacerdote, Don Sergio Gómez, mencionó mi presencia en el pueblo y ha animado a la gente a seguir haciendo las cosas lo mejor posible. Hace una gran labor en el pueblo. Es sorprendente su vinculación con los vecinos y sobre todo su incansable labor de conciliador.
Ya tocaba ir al aeropuerto. A la salida, empezamos hacer las fotos para conmemorar nuestro encuentro.
Volví a Madrid con el corazón lleno de amor. Estoy segura de que pase el tiempo que pase, nunca olvidaré a la maravillosa gente de Pesqueira. Gracias, queridos amigos por el tiempo que me habéis dedicado y por ser tan estupendos. ¡Os quiero!