Cuando viajo, puede pasar un día entero hasta que llego al lugar programado porque me desvío varias veces por el camino. Este verano, yendo a Murcia, me desvié hasta el pueblo de Albacete que se llama Liétor. No podía ser de otra manera porque me piaba de camino una ermita sin igual. Un enclave mágico con sus paredes decoradas de los autores desconocidos que no puede dejar a nadie indiferente.
No es tan fácil visitarla porque tenía que apuntarme a una visita guiada que empezaba a las 11:00 de la mañana. Salí de Madrid a las 07:30 de la mañana para llegar a tiempo. Por el camino me ha pasado de todo, pero estaba decidida ver esta ermita y llegué a tiempo. Tenía mucha ilusión por verla. La fachada de esta ermita es muy austera, seguramente porque el interior de deja sin respiración.
Esta ermita fue declarada Bien de Interés Cultural en 1976. Está construida por una única nave de `planta rectangular, con techado de madera a dos aguas, soportado por tres arcos de diafragma y muros de tapial. Su construcción se terminó en 1570.
A los pies se encuentra un coro alto con barandal torneado de madera, en él se sitúa un pequeño órgano que se construyó en 2009, por el organero Didier Chanon.
Sobre el altar se encuentra la imagen de Nra. Sra. de Belén, tallada en madera, se la representa sedente, con el niño sentado sobre su rodilla izquierda, de autor anónimo. Es del siglo XVI y fue restaurada en la década de 1940.
Cuando entré a esta ermita, parecía que acaba de pasar el umbral mágico que te llevaba a otro mundo para que a través de mis propios ojos pudiera entender algo muy profundo. Algo sacro que no fue fácil para asimilar.
Y por lo que afirma el Doctor en Historia José Sánchez Ferrer, esta ermita dependía exclusivamente de las limosnas de los devotos. Tal vez, por esto, las pinturas que decoran sus paredes son sencillas, sin pretensiones, pero de todas maneras te emocionan. El motivo principal de esta devoción popular era que los habitantes de la localidad albaceteña, que pertenecía a la Orden de Santiago, orientaron sus plegarias hacia santos protectores a finales del siglo XV.
Abruma la cantidad de santos plasmados en las paredes a los que la gente rezaba para que les ayuden recuperarse de las enfermedades. Y es normal. A la gente que no tenía dinero para pagar a un médico, solo les quedaba rezar a sus santos.
Me pareció una ermita entrañable y muy cercana porque representa algo por lo que yo, como trabajadora social, lucho todos los días. Ayudar a la gente, y sobre todo, por la esperanza de un mundo mejor.
Una pequeña y sencilla ermita muy bien descrita y documentada con las fotos que añades.
Gracias Mercedes, esperamos tu siguiente reportaje