21 noviembre, 2024

En uno de mis viajes pasé por un pueblo con lindo nombre, Montehermoso.  Es un pueblo de la provincia de Cáceres, situado en el norte de la Extremadura. Es un lugar que alberga joyas como los tres dólmenes de hace 6000 o 5000 años en la dehesa boyal. También han descubierto, en el año 1968, un verraco ibérico o vetón en la pared de un solar del pueblo. Su Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción está declarada como bien de interés cultural dentro de la comunidad Autónoma de Extremadura. Pero hoy no quiero hablar sobre esto. Hoy quiero hablar de algo que encogió mi corazón.

Paseando por las calles encontré una tienda pequeña que me llamó mucho la atención.

Cuando entré, entendí que acabe de cruzar el umbral de pura magia… Vi a una mujer haciendo las gorras de una extraña forma. María José González es la artesana que mantiene esta antigua tradición.

Nunca he visto un atuendo tan raro y tan precioso que forma parte de vestimenta extremeña. Pregunté sobre la historia de la gorra y me ha contado que la gorra no aparece reflejada hasta el año 1888. El 8 de noviembre de 1888 aparece la primera representación de la gorra de Montehermoso en una publicación de La Ilustración Española y Americana, en un grabado de Juan Comba.

La gorra de Montehermoso. 1888. Juan Comba

La imagen de la gorra, también aparece en el cuadro de Joaquín Sorolla El Mercado, dedicado a Extremadura. (1917).

El Mercado. Joaquín Sorolla. Óleo sobre lienzo. 1917. The Hispanic Society of America (New York)

Una fotografía de dos montehermoseñas ataviadas con gorra de espejo aparece en la revista La Esfera el 22 de mayo de 1920, realizada en Plasencia por José Ortega Munilla, padre de José Ortega y Gasset.

Montehermoseñas. 1920. Fotografía de estudio la revista «La Esfera». Autor José Ortega Munilla

Existen tres tipos de gorra de Montehermoso:

Gorra galana que antiguamente utilizaban las mujeres más jóvenes. Tiene más adornos que las otras y un espejo en el centro. Gorra de las chicas solteras. Una leyenda la identifica como gorra utilizada por las mujeres solteras, pero carece de todo fundamento.

Fotografía de la tienda

Gorra de clavelera, con menos adornos y sin espejo, es la que utilizaban las mujeres casadas.

Gorra de luto, en negro, que usaban las mujeres de cualquier edad que estaban guardando el luto.

Fotografía de la tienda

A principios de siglo XX la gorra era un atuendo diario de la mujer montehermoseña. En aquel tiempo la principal función de la gorra era la de protegerse del sol y librarse del calor. Supongo, que no llevaban apenas ornamentación. Y el uso del espejo incorporado en la gorra, servía para arreglarse después de las tareas cotidianas o las faenas del campo. O sea, no tenía los valores simbólicos que tiene ahora. Con el paso del tiempo se fueron utilizando gorras más engalanadas solo para los días festivos.

Una artesana montehermoseña llamada Ana García Ruano creó la gorra con una forma muy atractiva que no se parece en nada a un sombrero de paja plano. El proceso de elaboración comienza en el campo, con la siembra en mes de septiembre, se siembra el centeno que se siega en el mes de junio. La paja se amontona y se lleva a las eras.

Haces y trenzas de centeno para elaborar las Gorras.
Ruth Matilda Anderson – Spanish Costume Extremadura. New York: Hispanic Society of America, 1951

Con una horca de hierro se limpiaban los haces o los brazaos, después se ponían en un trillo hasta que caiga todo el grano y se iban amontonando en los corrales. Durante el verano, las mujeres sacaban las pajas y se hacían cordones de diferentes formas; había que humedecer los manojos; una vez atados, hacían con los cordones la trenza, la cortaban en los piquitos, luego lo montaban otra vez, cosían los moldes, dejaban que se sequen y las engalanaban.

Hablando con María José, pregunte cuantas personas del pueblo se dedican hacer estas gorras y me contesto que solo ella. Me asombró esta respuesta. No había nadie más en el pueblo que quisiera aprender el oficio, condenando a desaparecer esta tradición popular para siempre. El halo de tristeza se asomó al aire que respiraba. Una triste realidad golpeó, una vez más, el mundo de las tradiciones populares.

María José González Roncero

Quise comprar una gorra para mí, pero lamentablemente, no había ninguna hecha porque María acababa de regresar de una feria de artesanía. Así que me conforme con una pequeña.

Guarde mi tesoro y seguí el viaje pensando en la vida de las mujeres de los pueblos que tuvieron sus pequeñas alegrías y tristezas y que siempre intentaban festejar la vida que les haya tocado.

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