El convenio internacional, suscrito en 1968 por Franco y Salazar y que procedía ya de los años veinte para el aprovechamiento de los ríos fronterizos, supuso el fin a varios pueblos de Galicia. Uno de ellos fue el pueblo Aceredo que se ahogó con las aguas del río Lima al construir el embalse de Lindoso en 1992. Este pueblo llegó a tener 70 casas y unos 120 vecinos.
Este año, por la sequía, ha salido a la superficie como si fuera un fantasma, recordando que en este lugar antes había vida con sus historias, ilusiones, amores y desamores.
Este otoño, tuve la oportunidad de visitar este lugar, gracias a mis amigos Amparo y Finito. Recorrimos kilómetros en un día lluvioso para observar la belleza desolada de un pueblo abandonado.
Paseaba por las calles vacías con una extraña sensación de tristeza. Me convertí en el testigo silencioso de las penurias de los vecinos del pueblo que tuvieron que abandonar sus campos, su vida, su historia.
Pero lo que más me sorprendió es encontrar esta fuente emanando agua como si nada hubiera pasado, como si todo seguía igual.
La fuente de agua sigue viva, aunque esté sumergida por la misma agua. Sigue intentando saciar la sed, aunque no haya caminantes. Sigue ofreciendo vida por si alguien la necesita. Una parábola preciosa de vida sin vida, sin importar el tiempo. Y de vez en cuando, se sumerge del agua para recordarnos que todo es efímero y todo es eterno.