Documental
No es ninguna novedad que a Werner Herzog le gustan los retos y los excesos. En este film Herzog sobrevuela con su cámara, casi al ras de la tierra, las hileras de viñedos en una zona del sur de Francia, hasta llegar al río Ardéche, donde un arco de piedra natural le da el nombre a la región: Vallon Pont d’Arc. A pocos metros se encuentra la entrada a la Cueva de Chauvet, donde se hallan pinturas rupestres de hace más de 32.000 años. El acceso es restringido, las emanaciones de la roca permiten la presencia humana escasas horas al día. La necesidad de protección del área obliga a utilizar una pasarela de escasos centímetros de ancho, que recorre la caverna en toda su longitud, pero que no admite desplazamientos de cámara ambiciosos ni iluminación cálida.
Estas limitaciones, más que trabas han sido para el autor alemán un verdadero reto, que ha conseguido sortear con éxito, al aprovechar las bondades del 3D para integrar al espectador en la experiencia vivida por el pequeño equipo de filmación, tras franquear la puerta metálica que permite la entrada a una de las cuevas más antiguas que ha habitado el hombre.