15 octubre, 2024

Texto y fotografías: David Gustavo López

La primavera es la estación crucial para la buena germinación y desarrollo de las cosechas. Por eso, el hombre del campo siempre ha estado pendiente de la climatología, sobre todo de la lluvia cuando se trata de terrenos de secano. La comarca leonesa del Páramo, por su escasez de agua hasta que los regadíos comenzaron a llegar en la década de los cincuenta del siglo pasado, es uno de esos territorios y, por ello, los rituales en solicitud de lluvia se hallaban tan arraigados desde épocas pretéritas que, todavía hoy, son muchos los pueblos en los que tales tradiciones perduran, manteniendo fiestas específicas, llamadas “del Voto”, en petición de favores de los seres celestiales y también en agradecimiento por los ya recibidos.

El Voto a la Virgen de las Angustias de La Milla del Páramo constituye una de esas antiguas tradiciones que los pueblos del Páramo Alto mantienen al pie de la letra. Ella es, dicen, “la que siempre saca agua”, representada por una talla de aire popular y de gran belleza en su tosquedad, que podría datar de los siglos XVI o XVII. Seis pueblos se suman a este Voto de petición de lluvia y, al mismo tiempo, dicen, de agradecimiento por los favores recibidos, no sólo en cosechas del campo sino en cuestiones de familia y salud. Por eso, cada 22 de abril, ahora trasladado al fin de semana más próximo por aquello de facilitar la asistencia de quienes trabajan fuera, se juntan los vecinos de La Milla, Villadangos, Celadilla, Villavante, Acebes y Bustillo (parece que antiguamente también acudía San Pedro de Pegas).

Un acta de reunión del concejo de La Milla del Páramo, fechada el 25 de marzo de 1940, recoge el acuerdo de guardar como festivo para todos los años venideros el día de la Virgen de las Angustias, así como correr con todos los gastos que ocasionase la celebración, los cuales, según recoge otro acta de 1942, ascendieron a sesenta y seis pesetas (cincuenta que se le dieron al cura y dieciséis a los mozos para medio cántaro de vino).

Sorprende que una tradición en la que sólo existe el componente religioso, pues ni “pinchos” ni verbenas complementan la fiesta, mantenga todavía una asistencia tan multitudinaria, congregando a casi un millar de personas, hombres y mujeres, mayores y jóvenes, en La Milla del Páramo a la hora de iniciarse los actos. Por esta razón, entre otras, ha sido declarada Manifestación de Interés Turístico Provincial en el año 2014.

A las seis de la tarde, la procesión del Voto sale de la iglesia parroquial. Son seis kilómetros de marcha a través de los campos que se extienden al este del pueblo, duro camino para aquellos ofrecidos que marchan descalzos. Es el llamado “recorrido largo”, el de los años pares, porque los impares la procesión se dirige hacia el norte y el itinerario es más corto. Son casi dos horas de marcha que obligan al frecuente relevo de los mozos que portan el pendón verde y púrpura de La Milla, y a alternarse en la puja de las andas de la Virgen, llevada por mujeres de los pueblos del Voto en el orden en que antes los hemos relacionado (prioridad siempre tiene Villadangos), si bien, tanto la salida de la iglesia como la entrada quedn reservadas para las mozas de La Milla del Páramo.

Dicen quienes conservan más recuerdos del pasado que, hasta la llegada de los regadíos (década de los cincuenta del siglo pasado), cada uno de los pueblos del Voto acudía a la procesión con su pendón, su cruz parroquial y su ramo a la Virgen, que cantaban las mozas. Ahora toda esta ceremonia se ha perdido, pero con justificación, claro está: “viene gente de esos pueblos y de muchos más, pero no traen pendones porque como ya tenemos regadío…” Sin embargo, acto seguido, añaden: “las promesas hay que cumplirlas siempre, que no sólo de agua vivimos en el campo”.

Ni los más negros nubarrones, ni las amenazas de tormenta inminente, incluso aunque esté diluviando, pueden suspender la procesión ni modificar el itinerario de toda la vida. Incluso cuando el año ha sido copioso en aguas, el Voto debe cumplirse, porque si es necesario, dicen también, la petición se hace al revés, rogando que deje de llover y que sea posible extraer la remolacha de las fincas.

 

 

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